Creencias y tradiciones de la etnia Mayo
Por Emilio Borbón Willis
Navojoa/VdM, 20 de enero
Tengo muchos años en contacto con los indígenas Mayos; siempre desde mi trinchera he tratado de apoyarlos, beneficiarlos, orientarlos y asesorarlos en lo que ha estado a mi alcance.
Cuando me inicié como asesor técnico, en la década de los
ochenta, en el programa coordinado Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos
(SARH)- Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural), me tocó por suerte tener
mucho contacto con los productores indígenas, ya que en esas fechas si tenían crédito
y podían sembrar su parcela, ganando incluso premios de productividad agrícola.
Tengo muchas vivencias y anécdotas con los indígenas que les
contare, en especial seleccionaré a los indígenas de El Bayajorit, por varias
razones.
Esta comunidad, creo y por varios motivos, debe ser el ícono
o estandarte de la tribu Mayo, así lo he considerado y así lo han considerado
gobernantes de la talla del Dr. Samuel Ocaña García (exgobernador de Sonora de 1979
a 1985), que al igual que yo sentía gran cariño y estimación por esta comunidad
y su gente.
Cierto día estábamos el Dr. Ocaña, su esposa y yo, además de muchos funcionarios federales y del Gobierno del Estado, en una reunión campesina, a donde había acudido el primer mandatario estatal con el fin de resolver un problema de la comunidad indígena, específicamente por el siniestro de 300 hectáreas de trigo.
Yo sabía el verdadero motivo del siniestro. Ellos expusieron
al mandatario que el volcán del Cerro había emitido vientos calientes y había
quemado el cultivo; en otras palabras: que el famoso volcán había hecho erupción.
Al inicio de la reunión, en la presentación de autoridades
por el líder Octaviano Osuna, sucedió una cosa muy chusca, que por respeto a la
esposa del gobernador no puedo contar.
Recientemente, en un recorrido por la zona Fuerte-Mayo, recordamos
y nos reímos mucho, mi gran amigo el Dr.
Ocaña y yo.
En su período de gobierno, Ocaña abrió ese valle al cultivo;
construyo 21.5 kilómetros de canal principal, 192 kilómetros de canales
secundarios y las primeras 4,200 hectáreas al cultivo, en contra de la entonces
SARH y con puros recursos del Gobierno del Estado. También abrió el albergue
para estudiantes pobres en el ejido Francisco Sarabia. Samuel Ocaña García es
el AMLO de Sonora.
El Cerro de El Bayajorit tiene muchas anécdotas y leyendas,
por eso digo que es especial. Se cuenta que, en tiempos precolombinos, cada año
bajaba el gran espíritu a repartir las mujeres que ya estaban en edad de
merecer a los yoremes mayos. Era también un lugar a donde acudían los galanes
que tenían edad de formar una familia.
Ese día especial ya había concluido la repartición, ya se habían
distribuido todas las “bemelam jamuchim” (las mujeres nuevas, pues: señoritas),
cuando llega un yoreme de por acá, de Camoa. Llegando cuando ya no había mujer
que otorgarle.
El gran espíritu le preguntó el motivo de su tardanza y contestándole
el yoreme: es que “bucha namaca (que el huarache estaba muy duro) y que le había
causado una ampolla en el pie y no podía caminar aprisa.
“Pues ya no hay mujer que otorgarte. Tendrás que esperar al
año entrante”, le dijo el gran espíritu. “Pero si estas muy necesitado de
mujer, te voy a autorizar para que le hagas la lucha a las mujeres de tus
hermanos yoremes. Nomás que no te vayan a cachar en la movida, colega
buchanamaca”, contestó el gran espíritu.
Esa es la razón por la cual a los que se llevan “pedaleándole” la bicicleta a los yoremes se les llama “buchanamacam”.
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